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Prueba no superada

Cada vez me hace más gracia la diferencia entre lo que percibe mi
entorno acerca de mi enfermedad y cómo me lo tomo. Me explico.
Probablemente haya escrito más que hablado de lo mío. Es curioso que
el hecho de que yo apenas hable de mi enfermedad e intente hacer vida
normal hace suponer a muchos que yo lo tengo superado. Desde aquí
informo, yo no he superado nada porque no hay nada que superar.

Os cuento mi realidad. Tengo una enfermedad crónica, lo que quiere
decir que, como mínimo, estará ahí durante mucho tiempo. A su vez,
esta enfermedad y sus derivados conlleva que tenga que tomar del orden
de unas diez pastillas al día (inmunosupresores, antivirales,
antidepresivos, protectores de estómago, tranquilizantes, hormonas y
corticoides). Después están los chutes de inmunoglobulinas a demanda,
cuando noto pérdida de fuerzas y hormigueo, sobre todo en las piernas.
El hecho de tener el sistema inmunológico hecho un asco también tiene un par de
problemillas: un simple resfriado o una indisposición estomacal me
deja hecho una piltrafa. Esto a nivel médico.

Desde el punto de vista social los inconvenientes son variados: una
salida de metro sin ascensor es una odisea, un paseito de quince
minutos son unas agujetas aseguradas para el día siguiente, la
debilidad muscular provoca frecuentes contracturas y sus consiguientes
dolores de espalda, la impotencia de no encontrar un asiento en el
metro o en la calle a pesar de ir con bastón, tener que usar una silla
de ruedas el día que quiero hacer un extra o un viaje. Podría seguir,
pero creo que pilláis la idea.

Laboralmente es una situación rara: el INSS opina que estoy apto para
trabajar normalmente, cosa totalmente incierta. Sigo colaborando para
Internetría en el tema de las redes sociales, pero claro hasta que no
se regularice mi situación medico-laboral no se concretará nada.
También he empezado a colaborar con Cineol escribiendo textos sobre
cine. El limbo sigue ahí y es realmente desesperante tener que estar
esperando por decisiones burocráticas.

Martina se enfadó conmigo el otro día. Por teléfono me preguntó que
cómo estaba, que si “estaba malito”. Yo le dije que no, que estaba
bueno. Se puso tan contenta que se fue gritando a la abuela diciéndole
“Papá ya está bueno”. Dos semanas después, en la playa, me vio andando
con dificultad y me preguntó “¿te duelen las piernas?”. Cuando le
dije que si me contestó disgustada “pero si tú me habías dicho que ya
estabas bueno”. ¿Qué quiero decir con esta historieta? Varias cosas.
La naturalidad de los niños es innegable. Y los mayores hemos perdido
esa naturalidad. Martina nunca va a mirar para otro lado, nunca va a
tratarme como un desvalido pero tampoco va a olvidar que estoy
enfermo. Es una rara mezcla entre no sentir pena pero ser consciente
en todo momento de la situación que vive su padre.

Probablemente, no hayas llegado a este párrafo, y te has quedado a la
mitad pensando que soy un quejica. Probablemente, a pesar de
considerarte mi amigo en el Mundo Real, hayas dejado de leerme hace
tiempo y prefieras lecturas o ocupaciones más mundanas. O,
probablemente, nunca hayas leído este blog, a pesar de conocer su
existencia. Reconozco que todo esto puede sonar a reproche y, si, un
poco de eso hay.

En el fondo, donde quiero llegar es que sepáis cómo me siento yo. Que
no presupongáis nada. Ya lo dije en el post Primer aniversario y lo
mantengo: el cansancio, la desidia y la incomprensión en mi entorno es
más que evidente. Y no les culpo. Pero imaginaros lo que es vivir
conmigo. Afortunadamente, las dos personas más cercanas a mi siguen
estando ahí todos los días. Y aunque, el agotamiento por la situación
hace mella, Belén sigue a mi lado como el primer día. Como decía al
principio, no hay nada que superar. Esto es insuperable, como mucho se
aprende a convivir. Eso si, soy el Mayor del Hospital de La Paz en
Foursquare, a ver quien supera eso.

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La gran mentira

El cine, y las artes en general, se erigen en la mayoría de los momentos como reflejos distorsionados de nuestro propio universo. Así pueden representar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, y, en muchos casos, idealizar conceptos que aplicados a la realidad se revelan como grandes mentiras.

Mucha culpa tiene el cine del concepto que tenemos del amor, el sufrimiento o la culpa. Vemos a personajes que lo harían todo por estar juntos, personajes desencajados por haber hecho algo mal, sufriendo el peso de la culpa en todo momento y buscando su momento de expiación al más puro estilo Paul Schrader/Martin Scorsese. Todo mentira. La realidad es más prosaica. El sufrimiento lo intentamos solucionar con una pastillita, la culpa con el autoconvencimiento de nuestra propia verdad (no viene mal rodearse de unos borreguillos que te den la razón) y en el amor, muchos votan por la inercia como motor.

La amistad sea, quizás, el elemento que más juego da en la ficción de cara a idealizar un mundo que no es el nuestro. Porque vivimos en una realidad de seres egoístas a los que se les llena la boca de grandes palabras, sobre todo con dos copas, y no somos más que unos miedosos. Al final va a resultar que Alfonso Guerra llevaba razón con su “el que se mueva no sale en la foto”. Al final nos puede el miedo a no salir en la foto. Y nos quedamos en nuestro sitio sin rechistar no sea que nosotros seamos los próximos en ser recortados.

Y la amistad a un lado que “business is business”.

Y tiene cojones que se me venga a la mente esta escena de Jerry Maguire:

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series

La mujer más payasa del mundo

Probablemente la mayoría de vosotros no sepa quién es Kristen Wiig. Pues es la mujer más payasa del mundo.

Kristen es actriz en Saturday Night Live, que, afortunadamente, poco tiene que ver con esa cosa que hizo Cuatro. Poco se puede encontrar del SNL por medios como youtube, ya que la NBC opina que sólo los telespectadores norteamericanos tienen derecho a verlo en su web. El único medio de ver a esta mujer en acción es buscar por ahí, pero yo os ayudo. El mayor problema del SNL es que carece de subtítulos en condiciones, aunque Canal Plus lo emite troceado y desordenado. Por eso me he animado a subtitular un sketch donde esta señora se luce y así entendéis lo que digo.


Kristen inaugura una nueva sección de este blog sobre señoras graciosas.

Kristen Wiig - Maya Rudolph - Tina Fey
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polineuropatía

3 de enero

La noche del 2 al 3 de enero de 2009 fue larga. El neurólogo no me vio hasta las once y media de la noche y, tras una exploración de un cuarto de hora, su diagnóstico fue claro: Síndrome de Guillain-Barré; hospitalización, cinco días de tratamiento y unas cuantas pruebas más. Estas cosas te superan un poco y no sabes como reaccionar. Está claro que si vas al médico es porque tienes algo malo, pero nunca esperas que te vayas a quedar a dormir en el hospital, a no ser que vayas con algo muy grave. Y yo no estaba muy grave, o al menos mis estado no era lo que comúnmente entendemos por gravedad.

Después de que el neurólogo me dijese que me tenían que ingresar tuve que esperar a que me asignasen cama. Otra odisea. Me dio tiempo a montar bronca, poner a parir a las enfermeras y a la madre que las parió. Tampoco es que ellas tuviesen culpa pero es que mi cansancio y estado físico en ese momento ya no era como para estar muy tranquilo. Así, a las 5 de la mañana me metieron en una habitación donde había otros dos enfermos durmiendo plácidamente, aunque en un hospital nunca se duerme plácidamente. Obviamente se despertaron los pobres, porque intentar meter una cama en un espacio donde, en teoría, sólo debe haber dos camas es un proceso complejo.

Ya por la mañana empezaron a ponerme el tratamiento con inmunoglobulina y corticoides, que duraría cinco días. Como era sábado no me harían ninguna prueba más hasta el lunes. Lo primero que se me quitó fue el dolor de cervicales, pero la debilidad de piernas y manos continuaba. Básicamente, apenas podía abrir la mano derecha, tenía muy poca fuerza en los brazos, me dolían mucho los gemelos y, en general, las piernas las tenía muy cansadas. Como era sábado, las visitas se sucedieron: mis padres vinieron de Sevilla, Richard vino de Madrid y, poco a poco, Belén fue llamando a todo el mundo para dar la noticia.

Una de las peores partes de estar hospitalizado son los fines de semana. Todo se para, no te hacen pruebas y los médicos, si pasan, lo hacen aprisa y corriendo. Por eso, hasta el lunes no me hicieron la punción lumbar. Mucha gente me había dicho que lo de la punción era un proceso muy doloroso. Afortunadamente, no soy muy miedoso para las intervenciones médicas, así que afronté la prueba con tranquilidad. Es verdad que no es agradable que te claven una aguja de 20 centímetros en las espalda con la intención de sacarte una gotita de líquido espinal, pero tampoco fue para tanto. Lo peor fueron las cuatro horas que tienes que quedar inmovil porque parece que te ha pasado una apisonadora por la espalda.

Como decía antes, en el hospital no se duerme bien. Me costaba mucho dormirme y me despertaba a las seis de la mañana. Aproveché para ver muchas cosas que tenía atrasadas: Una temporada y media de Saturday Night Live, “Tell me you love me” al completo, la sexta temporada de “Curb your enthusiasm”. Eso en apenas cuatro días. Sólo quedaba esperar a los resultados de la punción y a seguir con más pruebas.

(CONTINUARÁ)

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cine

Avatar (2009)

No voy a extenderme demasiado en lo obvio. Que Avatar es visualmente espectacular es innegable. Que James Cameron consigue una experiencia inmersiva con el uso del 3D no creo que nadie lo ponga en duda. Y mucha gente saldrá de la sala diciendo “Si, si, muy bonita pero es que la historia está muy manida”. Pues lo siento chicos, aunque puedo reconocer que estructuralmente la historia es simple, sus evocaciones no lo son y son mucho más complejas y actuales de lo que pueden parecer en un principio.

La wikipedia dice: “Vladímir Yákovlevich Propp, fue un erudito ruso dedicado al análisis de los componentes básicos de los cuentos populares rusos para identificar sus elementos narrativos irreducibles más simples. Analizó los cuentos populares hasta que encontró una serie de puntos recurrentes que creaban una estructura constante en todas estas narraciones. Es lo que se conoce como “las funciones de Propp”. Lo que Propp venía a decir es que narrativamente todo estaba inventado y que podíamos alterar los diferentes factores de la historia pero que siempre aparecería alguno de ellos. Esto es lo que hace que, en este caso el espectador de una película, entienda rápidamente quien es el héroe, quien su antagonista y todas las acciones que éstos desarrollan. Mirad la lista de las funciones de Propp y a ver cuantas encontráis en Avatar. Todo este rollazo, que espero que agradezcáis, lo suelto para justificar que no me molesta esta mal llamada simpleza narrativa.

El merito que yo le adjudico a Avatar es que, como toda buena ciencia ficción, nos habla del presente con una historia conjugada en futuro. Vamos, que James Cameron hace cine político (como dice el personaje de Michelle Rodriguez “you should see your faces”). ¿James Cameron se ha convertido en Ken Loach?. Pues si, Avatar habla del mundo en el que vivimos hoy: un ejército que invade un lugar porque necesita un combustible que los nativos no aprecian (estupendo McGuffin); la necesidad de un ataque preventivo porque las opciones diplomáticas, y la paciencia de los inversores, se acaban; el escaso aprecio por lo que la naturaleza puede ofrecernos; el intento de controlar una inmensa red que nos tienes conectados a todos o, al no entenderla, intentar destruirla; el desconocimiento que se tiene de el otro, el diferente, el raro, el salvaje, y lo agradecidos que deben estar de que vengamos los listos a enseñarles el camino correcto, o al menos el que nos conviene a nosotros. ¿De verdad no os suena nada de esto?

Y después están todas las constantes del cine de Cameron: la cristalina narrativa en las escenas de acción, las mujeres fuertes y al mismo tiempo sumamente atractivas, el color azul llevado al paroxismo, la lucha entre tecnología y naturaleza. Esto último podría parecer contradictorio, que un director tan preocupado por la tecnología haga de la naturaleza su tema, pero nada más lejos: la naturaleza es espectáculo, evolución, belleza, supervivencia, lucha. Que feas son las calles cuando sales de ver Avatar.

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cine lo mejor de la década

La mejores películas de la década: Hedwig and the angry inch (2001)

John Cameron Mitchell era un niño actor que un día creció y, junto a Stephen Trask, ideó la delirante historia de Hedwig, un cantante de Punk-Rock venido del Berlín Este al que una fallida operación de cambio de sexo le deja un trozo de carne entre las piernas, la pulgada rabiosa. Contado así parecería una película digna del mejor/peor Almodóvar. Pero no, nos encontramos ante un relato universal que aúna una humildad y, a la vez, ambición enormes. Porque “Hedwig and the angry inch” nos cuenta el Origen del Amor y de cómo nos convertimos en criaturas solitarias. Así de simple.

hedwig_and_the_angry_inch

“Para ser libre uno tiene que abandonar una parte de sí mismo” dice la madre de Hansel/Hedwig. En su busca del cariño, Hedwig pierde sus genitales, pero no pierde sus ganas de amar y ser amado. Y está preparado para aceptar cualquier sacrificio que sea necesario para conseguir su sueño. Por el camino, experimentará el abandono, la indigencia, la humillación y el rechazo. Esto le convertirá en un ser amargado y resentido al que todos acabarán dando de lado. Pero Hedwig no se da cuenta que es él el que provoca la huida de los que tiene alrededor. En su viaje redentor, aprenderá que el Amor puede ser complementariedad, conocimiento, creación pero también desprecio, heridas y cicatrices. Son esas cicatrices las que nos forman como personas, nos hacen ser nosotros mismos; porque las cicatrices (tanto las físicas como las del alma) son nuestra historia, los accidentes que hemos cometido, los golpes que nos han dado.

john cameron mitchell

Todo esto que podría parecer muy triste está narrado por John Cameron Mitchell, en su doble faceta de actor-director, con una vitalidad y optimismo contundentes. A esto ayudan las hermosas canciones compuestas por, que en su mezcla de opera, rock, punk y glam, acaba trascendiendo el género musical. Se suceden los homenajes a Bowie, Lou Reed, Iggy Pop y las grandes estrellas del rock’n’roll, del rock de verdad. El rock que sale de las entrañas. Pero también están  Aretha, Yoko, Nico, Tina, y las grandes damas del rock’n’roll. Porque el rock no entiende de sexos, sólo entiende de pasión. Como la pasión de Hedwig, que lo pierde todo, pero no se hunde, porque sabe que siempre tendrá su voz con la que gritarle al mundo que todos estamos desorientados. Que todos buscamos esa parte que nos fue cortada de tajo, y que no estaremos completos hasta encontrar lo que nos falta, ya sea él o ella.


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cine lo mejor de la década

Las mejores películas de la década: Artificial Intelligence: A.I. (2001)

El proyecto soñado de Stanley Kubrick pasado por el tamiz de Steven Spielberg en el año 2001. A pesar de que pudiese sonar a sacrilegio fue el propio Kubrick el que pasó el testigo e ideó el mítico A Stanley Kubrick production of a Steven Spielberg film. El neoyorquino, listo él, siempre pensó que era una película más cercana a la sensibilidad del director de E.T. que a su fría y distanciada visión del ser humano. Y esto es precisamente lo que Spielberg aporta al relato del moderno Pinocho que sólo desea ser amado: calidez.

AI_poster

Muchos acusaron en su momento a Spielberg de pasarse de ñoño y de pecar de infantilismo; y no les faltaba en parte un poco de razón. Spielberg quitó el freno de mano de la sensibilidad e incluso tuvo las agallas de darle el papel de Pepito Grillo a un osito de peluche (cosa que puso de los nervios a muchos). Reconozco los riesgos que todo esto conlleva, pero esta es la típica película en la que o entras desde el primer minuto o estás fuera de ella todo el tiempo y maldiciendo al cursi del Spielberg. Y yo tengo que confesar que entré hasta el fondo y acabé llorando con la odisea del niño David en su búsqueda del amor de su madre.

Siguiendo el esquema clásico de Kubrick de tres actos bien diferenciados y en su primer guión desde “Encuentros en la tercera fase”, Spielberg nos da muestras de lo mejor de si mismo y nos descubre nuevas caras que no conocíamos: sensible y tierno en la primera parte, donde un inmenso Haley Joel Osment se revela como el gran actor que es; cruel y cínico en la segunda parte; experimental y abstracto en una tercera parte final. No era fácil conjugar tantos matices, tantos estilos, tantas atmósferas y, al mismo tiempo, resultar coherente, pero la coctelera funciona a las mil maravillas.

artificial_intelligence

Con Artificial Intelligence: A.I., Spielberg da un segundo paso (tras Salvar al soldado Ryan) hacia un periodo oscuro de su carrera donde su mirada se recrudecería. “Minority Report”, “Atrápame si puedes“, “La terminal”, “Munich” e, incluso, “La guerra de los mundos” dan buenas muestras de ello: el retrato social desde una perspectiva futura, la mentira como supervivencia, la burocracia moderna mezclando a Capra con Kafka, la visión política de la actualidad desde la mirada al pasado, la descomposición de la familia a través de una invasión alienígena. Eso si, nunca sabremos, afortunada o desgraciadamente, que hubiese opinado el huraño Kubrick de lo que Spielberg hizo. Hay fans de Kubrick que pusieron el grito en el cielo, otros bendijeron la obra. Ninguno es medium.