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Juicios

Como una Belén Esteban cualquiera me veo, teniendo que visitar los juzgados más de lo deseado. Hace dos semanas me llegó la carta donde me confirmaban que me bajaban la pensión por mejoría evidente.

Las opciones son dos: aguantarme e intentar vivir con 300€ al mes y con lo que Belén pueda conseguir trabajando por su cuenta o ir a juicio contra la Seguridad Social. Y volvemos a lo de siempre, ¿estoy apto para trabajar? En cierto modo sí, en unas circunstancias muy limitadas. Mi única opción es ser autónomo y el teletrabajo. El problema es que no es una opción sino una imposición. No voy a volver a contar toda la historia.

La segunda opción es ir a juicio. Según me ha dicho gente que sabe de esto están dando cita para juicios de este tipo para 2014. Que sí, que si gano me pagan lo no percibido y me podré comprar un Macbook Pro Retina, pero mientras tocará estirar los exigüos ingresos hasta límites insospechados.

Afortunadamente, Belén está consiguiendo ahora mismo un poco más de trabajo y estamos compensando medianamente la merma de poder adquisitivo. Pero la salud no mejora. La semana pasada tuve un amago de brote que no llegó a fructificar pero lo vi venir. Con el tratamiento de inmunoglobulinas se frenó pero me deja unos días tocado. Eso no impidió hacer una pequeña escapada al Cabo de Gata.

Encima hoy va y nos llega un burofax donde se nos cita a Belén y a mi a ir a los juzgados de Málaga. Ella en calidad de testigo, yo imputado. Aun no sé qué es pero me hago una idea. Como sea de quien creo que es me voy a reír un montón. Imagino que será cosa del señor que tuvo la decencia de pedirme 12.000€ en diciembre por no llevarme a juicio y que me acusaba de diversos delitos de estafa, falsificación de documentos, desvío de fondos y apropiación indebida. Lo gracioso de aquello era que me pedía 12.000€ porque yo supuestamente había desviado ese dinero desde la empresa hacia mi cuenta. Lo mejor es que ese dinero se lo tenía que devolver a él, no a la empresa. De traca.

Pues nada, yo con la conciencia tranquila, sabedor de que ya he pedido las suficientes disculpas por los errores cometidos, que yo no he robado nada y que todo va a salir bien. Que ni soy Mario Conde ni la madre de la Campanario.

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Adiós a la oficina

El pasado jueves se emitió el último capítulo de Steve Carell en The Office titulado Goodbye, Michael Scott. Se va de la oficina porque se muda de ciudad, siguiendo a su mujer, en busca de un destino mejor. En el capítulo Michael hace una lista y se despide uno por uno de todos sus empleados. Eso si miente sobre la fecha de su partida porque quiere que esa despedida que hace sea la última. No quiere alargar más la despedida final pero al menos le dice a todos y cada uno de sus compañeros unas palabras de aprecio. Porque a pesar de los múltiples conflictos sucedidos durante siete años no dejan de ser sus amigos. Y estos acogen con más o menos agrado esta despedida final, ya sea jugando, llorando o en silencio. Michael se siente triste porque a pesar de que sabe que hace lo correcto al cambiar de ciudad no puede dejar de sentir que echará de menos a toda esa gente con la que ha compartido tantas cosas. Al final no aparece en la fiesta de despedida que le han preparado sus compañeros.

Cuando yo me fui de Madrid no tuve la oportunidad de despedirme de prácticamente nadie de la oficina. De hecho no pude volver a la oficina. Se me sugirió que no apareciese por allí. Parece ser que un post que escribí hirió ciertas susceptibilidades y lo que me habría encontrado habría sido un ambiente hostil. En parte lo comprendo. Entiendo el malestar que mis palabras pudieron causar. Pero yo al menos me expresé y creo que con bastante claridad. Lo único que recibí a cambio fue un reproche por la exposición en redes sociales (es conocida por todos mi nivel de influencia en estas redes donde soy un gurú de primer nivel) y el silencio más absoluto por parte del resto. Ni una llamada, ni un mail, ni un mensaje de parte de aquellos que, aparte de mis compañeros, consideraba mis amigos. Si es cierto que hubo un amago de despedida a última hora. Pero eso, un amago con desgana y sin mucho interés, nada real.

 

Me hubiera gustado despedirme. Ver algunas caras por última vez. Dar algunos abrazos y besos. Hablar ciertas cosas con calma, intentar entender qué había pasado. Pero no pudo ser. No pude decir adiós a la oficina. Pasado el tiempo sigo sin saber exactamente qué pasó para que todo un grupo de personas me diese la espalda al unísono de manera tan fulminante. O tal vez fui yo el que les di la espalda a ellos. He mantenido cierto contacto puntual, un par de mensajes en facebook de no más de dos líneas, algunos mensajes indirectos. Pero no de la persona de la que yo esperaba más. Sólo he obtenido silencio en forma de un mail sin respuesta. Un mail escrito de forma totalmente respetuosa, amigable y sin ningún rencor. Un mail en el que sólo pedía el inicio de un diálogo para poder calmar conciencias. Porque considero que algo habré hecho mal y me gustaría saberlo. No es cuestión de víctimas ni verdugos, no hay malos ni buenos. Puede haber decisiones equivocadas, malas formas, errores de cálculo, pero nunca maldad. Sigo pensando en una buena persona que, por la razón que sea, no ha sabido o querido reaccionar.

 

Yo he hecho cosas mal y he hecho daño. Y he pedido disculpas reiteradamente. He asumido mis errores, están en mi conciencia y estoy intentando enmendarlos en la medida de mis posibilidades. No soy un ejemplo para nadie ni pretendo serlo, lo que nadie me va a impedir es que me exprese con libertad. No sé cómo estarán las conciencias por ahí, me gustaría saberlo. Pero, lo más probable, es que nadie lea esto con interés. Lo más probable es que esto sea una pataleta más, que sólo me servirá a mi para desahogarme un poco. Incluso puede que haya algunos que se molesten con estas palabras, quizás poco acostumbrados a la sinceridad y más amigos de la frivolidad. Ya poco tengo que perder en ese sentido.

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Segundo aniversario

Estoy de vuelta cumple hoy dos años. Y hay tantas cosas que podría contar que no doy abasto. Es increíble como en un sólo día una carta y un par de llamadas pueden hacer que tus perspectivas vitales den un vuelco. Pero ya iré contando esas cosas poco a poco.

Lo más curioso es ver cómo han cambiado las cosas desde hace un año cuando escribir el post referente al primer aniversario. Aquel fue el post con más comentarios de la historia de este humilde blog. Lo gracioso fue que los comentarios eran de gente que o bien no me conocía o que no vivía en mi entorno. Aquel post suscitó ciertos resquemores en algunas personas. Finalmente, tal vez por mi culpa, he acabado sin entorno. Al menos físicamente. Ahora tengo otro entorno. No sé si mejor o peor. Pero es el que a mi me satisface personalmente en estos momentos. Sois geniales. Sólo puedo daros las ASIAS y decir que NO ESPERABA MENOS DE VOSOTROS.

Por supuesto la familia no entra en la categoría de “entorno”. Ellos siempre han estado ahí: mujer, hija, padres, hermano, suegros, cuñados, tíos, primos… No puedo tener la más mínima queja. Es impresionante notar tanto cariño cuando yo no me caracterizo por ser una persona especialmente afectuosa.

Sé que habrá tercer aniversario. No puedo parar de insistir que este blog y todo lo que le rodea, todo lo que he podido decir, todo lo que me he atrevido a exponer es de las mejores cosas que me han pasado. Eso si, siempre necesitaré unos ojos que me lean y unos dedos que me respondan.

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Raro

El pasado 28 de febrero no sólo fue el día de Andalucía. También fue el Día Mundial de las Enfermedades Raras. En realidad es el día 29 de febrero por eso de que es un día raro. Lo mío está dentro de este catálago con el código G61.8 y el nombre oficial de Polirradiculoneuritis inflamatoria desmielinizante crónica o CIDP.

Me hizo gracia que en todas las noticias que vi se insistía en dos temas: la exclusión social que producen estas enfermedades y lo malas que son los laboratorios y farmacéuticas por no investigar en enfermedades que no son rentables. Eran todo críticas abstractas que no ponían cara a ningún culpable. En ningún sitio escuché ninguna crítica a la Administración. En mayo de 2010, con este diagnóstico en firme, solicité a la Comunidad de Madrid el reconocimiento de discapacidad. Fuí a la revisión hace un mes. Ese mismo grado lo he solicitado en la Junta de Andalucía y me dijeron que tardaría de 10 a 14 meses. Esto en salir la resolución, que como no estés conforme y tengas que recurrir vas apañado. En agosto el Ministerio de Trabajo me envió una carta diciéndome que me daba el alta y he tenido que esperar unos meses para volver a iniciar los mismo trámites en Málaga. Hace ya cuatro semanas que me hicieron la revisión y aun no he obtenido respuesta. Por último, hemos solicitado ayudas a través de la Ley de Depencia que gestionan los ayuntamientos. Eso fue en octubre y no tengo ni idea de cuando me responderán algo.

Yo me pregunto, si tengo dos documentos, uno firmado por el Servicio de Enfermedades Autoinmunes del Carlos de Haya de Málaga y otro por el el Servicio de Neurología del Hospital La Paz con el diagnóstico descrito; si mi enfermedad está en ese catálogo de enfermedades raras, ¿por qué parece que tengo que demostrar que tengo algo malo? Es que el sistema es así. Es la forma de evitar fraudes, dirán algunos. Tal vez sea culpa de la cultura de la subvención y la paguita que el sistema ha tenido que crear un mecanismo de defensa burocrático. Pero es un sistema erroneo porque al que no tiene nada no le importa esperar y al que tiene algo le hacen pasar un calvario en el que parece que está intentando engañar al contribuyente.

Todo este tema lo estoy gestionando con un abogado y cada vez hablo con él acabo con la cabeza como un bombo. Básicamente porque no tengo el chip de me voy a hacer la víctima para intentar rascar lo máximo posible. El abogado, con toda su buena voluntad, busca recovecos que sabe que el sistema puede encontrar para denegarme cualquier cosa y yo, inocente de mi, me exaspero cosa mala.

Y ahí estamos, esperando a que alguna administración se manifieste.

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La gran mentira

El cine, y las artes en general, se erigen en la mayoría de los momentos como reflejos distorsionados de nuestro propio universo. Así pueden representar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, y, en muchos casos, idealizar conceptos que aplicados a la realidad se revelan como grandes mentiras.

Mucha culpa tiene el cine del concepto que tenemos del amor, el sufrimiento o la culpa. Vemos a personajes que lo harían todo por estar juntos, personajes desencajados por haber hecho algo mal, sufriendo el peso de la culpa en todo momento y buscando su momento de expiación al más puro estilo Paul Schrader/Martin Scorsese. Todo mentira. La realidad es más prosaica. El sufrimiento lo intentamos solucionar con una pastillita, la culpa con el autoconvencimiento de nuestra propia verdad (no viene mal rodearse de unos borreguillos que te den la razón) y en el amor, muchos votan por la inercia como motor.

La amistad sea, quizás, el elemento que más juego da en la ficción de cara a idealizar un mundo que no es el nuestro. Porque vivimos en una realidad de seres egoístas a los que se les llena la boca de grandes palabras, sobre todo con dos copas, y no somos más que unos miedosos. Al final va a resultar que Alfonso Guerra llevaba razón con su “el que se mueva no sale en la foto”. Al final nos puede el miedo a no salir en la foto. Y nos quedamos en nuestro sitio sin rechistar no sea que nosotros seamos los próximos en ser recortados.

Y la amistad a un lado que “business is business”.

Y tiene cojones que se me venga a la mente esta escena de Jerry Maguire:

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cine

500 días juntos / (500) days of summer

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Que el género romántico es de los más devaluados en el cine reciente es un hecho incontestable. Culpa de ello la tienen subproductos realizados a mayor gloria de Sandra Bullock, Meg Ryan, Kate Hudson, Mathew McConaughey o Hugh Grant. También es cierto que algunos de ellos, en escasas ocasiones, han protagonizado algunos buenos ejemplos de lo que puede dar de sí el género (Cuatro bodas y un funeral, Adictos al amor). Lo curioso es ver el punto en común de las películas que menciono con estos “500 días con Summer” (que sería el título correcto): son alabanzas al hecho romántico realizadas desde la negación del amor. Me explico. La mecánica es la siguiente: no basta con estar enamorado, no basta con que la persona amada sea la perfecta para ti, tú también tienes que ser la perfecta para ella y tal vez lo que pasa es que no os habéis encontrado en el momento adecuado (Before sunset, Before sunrise). Es ese poso de amargura lo que hace que una comedia romántica alcance una cuota suficiente de identificación. Porque sabemos que no todo es color de rosa y cuanto más subamos, más dura será la caida.

En “(500) days of summer” vemos, siempre desde el imparcial y subjetivo punto de vista del protagonista, la ascensión al cielo del amor y la posterior caida al infierno del desamor de Tom hacia Summer. Al existir este escrupuloso respeto del punto de vista, la mencionada Summer es alternativamente lo mejor y lo peor que podemos encontrar en una mujer. Y como los guionistas son dos “señores” no escatiman en que se les note resentidos pero a la vez maravillados por el género femenino. Joseph Gordon-Levitt, con su perpetua cara de me-acabo-de-despertar, representa al hombre moderno que creemos que a toda chica le debe gustar: sensible, moderado, tierno, mono; estereotipo inaugurado por Ethan Hawke y que, desafortunadamente, nos hemos terminado creyendo. Ella, Zoey Deschanel (no puedo abrir más los ojos porque es humanamente imposible), es la chica perfecta para ese tipo de hombre: divertida, locuela, mona, independiente. ¿Y cual es el problema?. Pues que ella no está lo suficientemente enamorada de él, o al menos no como sí lo está él. Así de simple. Y ahí está la propuesta que hace que estos “500 días con Summer” se eleven como la mejor comedia romántica desde Alta fidelidad (con la que comparte su gusto musical).

Porque en el fondo lo que hace que una relación funcione es la distancia que haya entre las expectativas y la realidad. Porque todos nos hemos sentido como si estuviésemos en un musical y quisiésemos cantar nuestro amor a los cuatro vientos. Porque todos hemos sentido que estábamos en una película de Bergman y que nuestra existencia no tenía sentido. Porque todos hemos estado devastados cuando nos rompían el corazón y nos decían que nos querían mucho, pero que nos querían tanto. Porque todos hemos roto el corazón de alguien y lo hemos pasado mal al no saber/querer corresponder. Porque todos hemos sido en algún momento Tom, pero también hemos sido Summer. Porque un día te despiertas, tienes la claridad de saber lo que sientes y no quieres engañar a nadie (y mucho menos a ti mismo).

Pero también sabemos la oportunidad puede aparecer en cualquier sitio. Y que después del verano viene el otoño.

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La gente… la gente

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La gente está fatal. Llevo comprobándolo hace unas semanas. La gente está aburrida. La gente es capaz de estar sentada dos horas en una incomoda silla para que no le quiten el sitio en un desfile de trajes de novia. La gente es mal educada. La gente no para de molestar a un famosillo mientras habla con un servidor. La gente es egoista. La gente te ve en el metro con un bastón y no te deja sentarte. La gente es rácana. La gente se pega por conseguir algo gratis. La gente es miserable. La gente conduce muy mal. La gente no pone el intermitente, ni se aclara hacia donde va con el coche. La gente aparca en el primer sitio que encuentra, molestando a los peatones, que también son gente. La gente se tira a la carretera y te mira con cara de “a ver si tienes cojones de no parar el coche para que yo cruce”. La gente cruza la carretera en diagonal y de espaldas. La gente ve programas del corazón donde se falta el respeto a los famosos. La gente tiene la culpa. La gente… la gente, que mala es la gente. Nos ve y nos condena. Fíjate, fíjate que pena. Esa misma que gente que por ambiciones, mata, roba, mata, roba y miente. Fíjate que pena. Nos ve y nos condena. La gente, que mala es la gente. A ti te critica esa gente chica que no va de frente. ¿Y por qué? Porque este amor mío corre por tu río claro y transparente. Y a mí me señalan porque tengo la cara, lisa y llanamente, de darte noche y día, sin hipocresía, mi cariño ardiente. Esa misma que gente que por ambiciones, mata, roba, mata, roba y miente. Y quieren condenarnos. ¿Qué importa la gente?. Que mala es la gente.

Afortunadamente, tu yo no formamos parte de la gente. Nosotros somos otra cosa. Somos mejores. Ojalá nunca seamos como ellos. Y si algún día ves que formo parte de la gente, avísame, te lo agradeceré. Yo haré lo mismo por ti. Porque no quiero que formes parte de tan despreciable grupo. Nos cuidaremos mutuamente para no caer en sus fauces. No es fácil porque ni siquiera ellos saben que son “gente”. La gente cree que es especial, pero tu y yo sabemos que los especiales somos nosotros no ellos. La gente nos mira mal. Porque también saben que somos mejores. Y quieren atraparnos. Pero no nos dejaremos.

Que mala es la gente.