Aún recuerdo como en el backstage del FIB 2008 Pedro Pan nos hablaba, con su apasionamiento y expresividad habitual, de un nuevo grupo que había escuchado que se llamaba MGMT. El pobre Pedro no entendía cómo los del FIB no los habían fichado para que tocasen allí. En ese momento nadie sabía de qué hablaba Pedro, pero yo me quedé con el nombre. A la vuelta, los busqué y lo primero que encontré fue el vídeo de “Time to pretend”. No era técnicamente perfecto, era deslabazado, caótico y sin mucho sentido. Pero ahí radica su encanto. Como todo buen videoclip sirve de complemento perfecto a la canción que ilustra. El desmadre, la psicodelia, las drogas, la inocencia propia de la juventud, la diversión. La complejidad dentro del aparente aspecto cochambroso. La poesía de un chroma mal hecho. La belleza de lo imperfecto. El vídeo que siempre me hubiese gustado hacer si me hubiesen dejado y yo hubiese tenido el talento necesario.
MGMT – Time To Pretend (Official Music Video) – Watch more top selected videos about: MGMT
Hace tiempo
Hace tiempo que no cuento cómo estoy. Pues estoy más o menos. Podría decir que me encuentro en un momento transitorio, de camino a algo mejor.
La neuropatía está estabilizada. Sigo con los ciclos de inmunoglobulina cada cuatro semanas que me sirven como una especie de combustible. Noto cuando se va acercando el día 28 y me empiezan a flojear un poco las piernas, después el chute de 7 horas de inmunoglobulina, un par de días de cansancio, una semana de manos temblorosas y a esperar a que pasen tres semanas. En cuanto a la fatiga muscular la cosa también está estabilizada. Hago mis ejercicios todas las mañanas y algún que otro día salgo y camino un poco. Los días que me excedo los noto: fuimos a Navacerrada para que Martina viese la nieve y al día siguiente tenía unas agujetas del copón. Pero es lo que hay. Hacer esos esfuerzos me vienen bien para el ánimo aunque después pase un par de días quejumbroso.
Vamos a pasar tres semanas fuera y tengo cosillas que hacer. Terminar de poner en claro algunos asuntos, ver a la familia, a los amigos, vamos lo típico de estas fechas. Sé que me espera un inicio de año complicado y lleno de cambios: nuevos horizontes laborales después de un año de baja, el tribunal médico y seguir escribiendo. Sobre todo seguir escribiendo.
Por último, para ayudar a los que me quieran mucho, he preparado una lista de regalos que podéis hacerme en cualquier momento: Navidad, Reyes, Cumpleaños, Por gusto… La dejo aquí y la iré actualizando durante toda mi vida.
Feliz Navidad a todos.
Avatar (2009)
No voy a extenderme demasiado en lo obvio. Que Avatar es visualmente espectacular es innegable. Que James Cameron consigue una experiencia inmersiva con el uso del 3D no creo que nadie lo ponga en duda. Y mucha gente saldrá de la sala diciendo “Si, si, muy bonita pero es que la historia está muy manida”. Pues lo siento chicos, aunque puedo reconocer que estructuralmente la historia es simple, sus evocaciones no lo son y son mucho más complejas y actuales de lo que pueden parecer en un principio.
La wikipedia dice: “Vladímir Yákovlevich Propp, fue un erudito ruso dedicado al análisis de los componentes básicos de los cuentos populares rusos para identificar sus elementos narrativos irreducibles más simples. Analizó los cuentos populares hasta que encontró una serie de puntos recurrentes que creaban una estructura constante en todas estas narraciones. Es lo que se conoce como “las funciones de Propp”. Lo que Propp venía a decir es que narrativamente todo estaba inventado y que podíamos alterar los diferentes factores de la historia pero que siempre aparecería alguno de ellos. Esto es lo que hace que, en este caso el espectador de una película, entienda rápidamente quien es el héroe, quien su antagonista y todas las acciones que éstos desarrollan. Mirad la lista de las funciones de Propp y a ver cuantas encontráis en Avatar. Todo este rollazo, que espero que agradezcáis, lo suelto para justificar que no me molesta esta mal llamada simpleza narrativa.
El merito que yo le adjudico a Avatar es que, como toda buena ciencia ficción, nos habla del presente con una historia conjugada en futuro. Vamos, que James Cameron hace cine político (como dice el personaje de Michelle Rodriguez “you should see your faces”). ¿James Cameron se ha convertido en Ken Loach?. Pues si, Avatar habla del mundo en el que vivimos hoy: un ejército que invade un lugar porque necesita un combustible que los nativos no aprecian (estupendo McGuffin); la necesidad de un ataque preventivo porque las opciones diplomáticas, y la paciencia de los inversores, se acaban; el escaso aprecio por lo que la naturaleza puede ofrecernos; el intento de controlar una inmensa red que nos tienes conectados a todos o, al no entenderla, intentar destruirla; el desconocimiento que se tiene de el otro, el diferente, el raro, el salvaje, y lo agradecidos que deben estar de que vengamos los listos a enseñarles el camino correcto, o al menos el que nos conviene a nosotros. ¿De verdad no os suena nada de esto?
Y después están todas las constantes del cine de Cameron: la cristalina narrativa en las escenas de acción, las mujeres fuertes y al mismo tiempo sumamente atractivas, el color azul llevado al paroxismo, la lucha entre tecnología y naturaleza. Esto último podría parecer contradictorio, que un director tan preocupado por la tecnología haga de la naturaleza su tema, pero nada más lejos: la naturaleza es espectáculo, evolución, belleza, supervivencia, lucha. Que feas son las calles cuando sales de ver Avatar.
Spike Jonze siempre ha sido un realizador de ideas. Minusvalorado en ciertas ocasiones debido a su falta garra visual en comparación con Gondry o Cunningham, lo suyo son las ideas. Las ideas delirantes: Sofia Coppola haciendo gimnasia, un trailer de una película setentera o una absurda coreografía en plan cámara oculta. En Weapon of choice contó con el carisma y sentido del humor, aparte de excelente bailarín, de Christopher Walken. Un hombre anciano y cansado adquiere una vitalidad desbordante y fantástica, para terminar volviendo a su cansancio inicial. ¿Cuando dirigirá Spike Jonze una película musical?
John Cameron Mitchell era un niño actor que un día creció y, junto a Stephen Trask, ideó la delirante historia de Hedwig, un cantante de Punk-Rock venido del Berlín Este al que una fallida operación de cambio de sexo le deja un trozo de carne entre las piernas, la pulgada rabiosa. Contado así parecería una película digna del mejor/peor Almodóvar. Pero no, nos encontramos ante un relato universal que aúna una humildad y, a la vez, ambición enormes. Porque “Hedwig and the angry inch” nos cuenta el Origen del Amor y de cómo nos convertimos en criaturas solitarias. Así de simple.

“Para ser libre uno tiene que abandonar una parte de sí mismo” dice la madre de Hansel/Hedwig. En su busca del cariño, Hedwig pierde sus genitales, pero no pierde sus ganas de amar y ser amado. Y está preparado para aceptar cualquier sacrificio que sea necesario para conseguir su sueño. Por el camino, experimentará el abandono, la indigencia, la humillación y el rechazo. Esto le convertirá en un ser amargado y resentido al que todos acabarán dando de lado. Pero Hedwig no se da cuenta que es él el que provoca la huida de los que tiene alrededor. En su viaje redentor, aprenderá que el Amor puede ser complementariedad, conocimiento, creación pero también desprecio, heridas y cicatrices. Son esas cicatrices las que nos forman como personas, nos hacen ser nosotros mismos; porque las cicatrices (tanto las físicas como las del alma) son nuestra historia, los accidentes que hemos cometido, los golpes que nos han dado.

Todo esto que podría parecer muy triste está narrado por John Cameron Mitchell, en su doble faceta de actor-director, con una vitalidad y optimismo contundentes. A esto ayudan las hermosas canciones compuestas por, que en su mezcla de opera, rock, punk y glam, acaba trascendiendo el género musical. Se suceden los homenajes a Bowie, Lou Reed, Iggy Pop y las grandes estrellas del rock’n’roll, del rock de verdad. El rock que sale de las entrañas. Pero también están Aretha, Yoko, Nico, Tina, y las grandes damas del rock’n’roll. Porque el rock no entiende de sexos, sólo entiende de pasión. Como la pasión de Hedwig, que lo pierde todo, pero no se hunde, porque sabe que siempre tendrá su voz con la que gritarle al mundo que todos estamos desorientados. Que todos buscamos esa parte que nos fue cortada de tajo, y que no estaremos completos hasta encontrar lo que nos falta, ya sea él o ella.
Gente que me da mal rollo





