La gran mentira

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El cine, y las artes en general, se erigen en la mayoría de los momentos como reflejos distorsionados de nuestro propio universo. Así pueden representar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, y, en muchos casos, idealizar conceptos que aplicados a la realidad se revelan como grandes mentiras.

Mucha culpa tiene el cine del concepto que tenemos del amor, el sufrimiento o la culpa. Vemos a personajes que lo harían todo por estar juntos, personajes desencajados por haber hecho algo mal, sufriendo el peso de la culpa en todo momento y buscando su momento de expiación al más puro estilo Paul Schrader/Martin Scorsese. Todo mentira. La realidad es más prosaica. El sufrimiento lo intentamos solucionar con una pastillita, la culpa con el autoconvencimiento de nuestra propia verdad (no viene mal rodearse de unos borreguillos que te den la razón) y en el amor, muchos votan por la inercia como motor.

La amistad sea, quizás, el elemento que más juego da en la ficción de cara a idealizar un mundo que no es el nuestro. Porque vivimos en una realidad de seres egoístas a los que se les llena la boca de grandes palabras, sobre todo con dos copas, y no somos más que unos miedosos. Al final va a resultar que Alfonso Guerra llevaba razón con su “el que se mueva no sale en la foto”. Al final nos puede el miedo a no salir en la foto. Y nos quedamos en nuestro sitio sin rechistar no sea que nosotros seamos los próximos en ser recortados.

Y la amistad a un lado que “business is business”.

Y tiene cojones que se me venga a la mente esta escena de Jerry Maguire: